domingo, 24 de noviembre de 2013

Dejar que la mente sea como el cielo



Parecería que esto de darle paso a la vida es lo opuesto a la quietud, pero se trata más bien de complementariedad. Se puede decir que en la meditación hay una dimensión que va desde la luz roja (de la invitación a detenerse) a la luz verde (de la invitación a fluir), y los meditadores saben muy bien que solo conceptualmente estas dos son incompatibles. En la tradición Zen se suele decir que uno debe dejar que la mente sea como el cielo, inmóvil e imperturbable, por el cual pasan las nubes; lo que es decir que aunque uno deje que la propia mente sea como el cielo, que es puro espacio, ello implicará que esta, como el espacio, sea permeable.

Cuanto más sana sea nuestra mente, más permeable será, y ello se traducirá en que seamos capaces de aceptar las cosas, y sobre todo de aceptar nuestra propia experiencia del momento; lo que se traduce además en que seamos capaces de aceptar a los demás, en vez de sentir que debemos estar armados contra imaginarias o hipotéticas amenazas de nuestra forma de ser.

Claudio Naranjo







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