martes, 5 de noviembre de 2013

Preocuparse



Preocupación

¡Cuán inútil, debilitadora e incluso desgarradora es la preocupación! Uno se preocupa por miles de cosas que nunca suceden. Están en la mente, pero no en la vida, y la imaginación y la vida a menudo no coinciden. Causa preocupación lo que fue o lo que podrá ser; unas cosas y otras. La preocupación debilita anímicamente, obsesiona y agita. ¿Qué se obtiene de ella? Nada, absolutamente nada. Es como la historia del perro que encontró un hueso reseco en un descampado, comenzó a roerlo y una esquirla del mismo le dañó la encía y le hizo sangrar. El perro creía que su propia sangre era la sustancia del hueso y seguía y seguía royéndolo. Así se "roe" la preocupación y no se obtiene ninguna sustancia, sino que, al revés, se siente debilidad, ansia y confusión. La mayor parte de las cosas que preocupan, cuando llegan, si llegan, son totalmente diferentes a como se habían supuesto y además, cuando sucede lo temido se encuentran recursos internos que se ponen en marcha para solucionar el problema o complicación que tan terriblemente preocupaban. Hay que cambiar la preocupación por la ocupación diligente y hábil.
El sabio Santideva decía: "Si tiene remedio, ¿por qué te preocupas? Si no tiene remedio, ¿por qué te preocupas?"
Cuando llega una complicación hay que tratar de solventarla sin añadir complicaciones extra con una mente neurótica. Antes que llegue la complicación, ¿por qué estar obsesionándose con la misma?

Ramiro A. Calle





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